Me da ternurita ver a una pareja de recién cansados, digo, perdón, ca-sa-dos; la ternurita se agranda cuando los recién son unos mocosos, cositas!
Pablito y Marianita son mis vecinitos nuevitos de junto y no paran de coger todo el santo día, eso está por demás normal teniendo en cuenta que llevan dos meses de casados y tienen como 19 o 20 años cuando mucho.
El asunto es que no les alcanza la cama; ya me los encontré un par de ocasiones en el elevador y una noche creo haberlos visto haciendo sus cosillas en la entrada de su depa (digo creo porque mi estado "emocional" no era el mas conveniente ja!)
Existen cosas que me espantan más que una demostración pública de amor y ganas (las cucarachas por ejemplo), y no se me hace nada incómodo compartir el elevador con sus arrumacos y mimos y palabras ñoñas y esas cosas, pero...
Marianita tenía las nalgas pelonas sobre el frío concreto del lavadero, mientras Pablito le hablaba muy de cerca a su vulvita, cuando decidí fumarme un cigarro en la azotea del edificio, porque en casa estaba mi tía Pita, mi prima Yani y su bebé, quien es asmático y habían venido para un tratamiento y... ya me desvié del tema.
Escuche, sin querer (lo juro, lo juro!!) unos gemido que se me hicieron familiares, así que como buena pseudoreportera que soy, decidí investigar qué o quién hacia tan ricos pujiditos. Lo mas silenciosa que pude me acerque al área de lavado y ahí estaban, en plena acción. No, si ya decía yo que lengua mata carita. Marianita tenía ese semblante tan pasivo y frenético a la vez, que sólo hemos visto de frente las que hemos disfrutado de un orgasmo. Y yo "en la baba" y aquello también.
Mi mami me explicó muy bien como se hacen los niños y por donde se siente, así que, como ya había dicho antes, no me espante, digamos que, me antojé.
Marianita estaba chula la condenada; la blusa hasta la barbilla, una chichi fuera del brassiere y el cabello alborotado. Tenia las uñas enterradas en la cabeza de... ¿Pablito?, no lo veía muy bien y me distraje tres milésimas de segundo, Mariana abrió los ojos y se topó con mi entrometida mirada, creí que iba a gritar, ella, o, yo.
Sonrió, ¡maldita sea! ¡SONRIÓ!
Mis piernas querían salir corriendo de ahí, pero mis ojos seguían viendo como esa expuberta me sonreía mientras disfrutaba su orgasmo. Nunca me han gustado las niñas, yo soy mas bien del tipo megustaelpalodemachovarón así que mi turbación crecía aun mas que los nervios por haber sido cachada fisgoneando los quehaceres amorosos de terceros. Marianita no dejaba de mirarme y según mi retorcida mente eso era una invitación.
¡UNA INVITACIÓN! ¡Dios! Di dos pasos hacia ellos y mi cabeza pensaba "¿qué-estás-haciendo?" Pablito, pese a su concentración, se percató de mi presencia y, francamente no recuerdo la cara que puso; él, todo vestidito y bello, se limpio la boca; Marianita comenzó a reírse y me sacó del trance. La cara se me puso mil colores pasando por el morado. No traía calzones ni intenciones de ponérselos, hubo un silencio incómodo.
¿Quieres jugar? pregunto.
Sí, si quiero.
Extrañarte nunca
Hace 11 años